martes, 27 de octubre de 2015

Pensamientos sonoros III

El disco que me ocupa en estos días tiene miga. Y digo tiene miga porque, aparte de ser un disco de esos que no pasan indiferentes cuando uno los escucha, no está exento de ese misticismo que envuelve la obra, vida y milagros de los Bitels. Estoy  hablando de fines del año 1965, la banda estaba experimentando una madurez musical que ya se presumía con los acercamientos al sonido folk de su anterior trabajo (Help! Parlophone, 1965). Se comenta que este cambio se produjo después de que la banda y Bob Dylan se conocieran, y el influjo que éste tuvo sobre los ingleses. En esta ocasión, los cuatro de Liverpool inician un recorrido por la experimentación de nuevas formas musicales, así como una mayor profundidad en sus letras. Rubber Soul (Parlophone) es su sexto álbum, y hay que tomarselo a sorbitos, como si una taza de té calentico se tratase.

Una de las piezas del detonador la encontramos en su segundo corte: Norwegian Woods (This bird has flown). Lo que hace característico a este tema no es la acogedora escena pintada (que también), sino el sitar que George Harrison hace sonar sobre el ritmo crudo de una guitarra folk. Esta introducción de sonidos orientales resulto posteriormente muy  influyente para el rock psicodélico. 

Otra muestra de las novedades instrumentales la podemos encontrar en In my Life, donde se escucha un solo de piano al estilo barroco, acelerado en estudio para lograr imitar el sonido de un clavecín. La letra de esta canción aborda el tema de la nostalgia de tiempos pasados, con una esencia musical que acompaña a la perfección. También hay detalles como las partes cantadas en francés en Michelle, o el mensaje de Nowhere Man. No faltan en este disco temas rápidos y guitarreros como Drive my car o What goes on. 


1- Drive My Car
2- Norwegian Wood (This Bird Has Flown)
3- You Won't See Me  
4- Nowhere Man 
5- Think for Yourself 
6- The Word 
7- Michelle 
8- What Goes On 
9- Girl 
10- I'm Looking Through You 
11- In My Life 
12- Wait 
13- If I Needed Someone 
14- Run For Your Life

Además de todo lo referente a lo musical, el diseño de la portada también tiene su intríngulis. Resulta que el día de elegir la portada, los muchachos fueron a casa de Rober Freeman, el fotógrafo que realizó la sesión para el álbum, y encontraron una imagen que Freeman había desechado porque en un error de revelado había quedado estirada...y esa es la imagen que luce en la portada de Rubber Soul. Mu rico y nutritivo, pues, éste Alma de caucho.
J. abengoza

jueves, 19 de febrero de 2015

Pensamientos Sonoros II

Pongamos por caso que a uno le invitan a pasar unos días en casa de los padres de ella, con un sisonte que canta la cucaracha a las 6 de la mañana, un calor de no te meneés y los rumores de feria que casi se escuchan desde la lejanía si se afina bien el oído. Para mantener el ritmo en los momentos críticos es necesaria una terapia de choque, más bien de golpe, del golpe de cueros que Ray Barreto muestra en su álbum “Power” (Fania, 1972). En este álbum encontramos todo un abanico de ritmos, desde la salsa dura con tintes de Latin jazz en "Oye la noticia" o "Quítate la máscara", hasta baladas como “Sé que volverás”, en voz de Adalberto Santiago, combinados con el espíritu Soul que caracteriza a Barreto en el tema que da título al disco, con una potente línea de bajos a cargo del Puertorriqueño-neoyorkino Andy González. 






1- Oye la noticia – 5:30
2- Perla del sur – 5:46
3- Right On – 2:47
4- ¿De qué te quejas tu? – 4:10
5- Y Dicen – 3:57
6- Quítate la máscara – 4:30
7- Sé que volverás – 3:49
8- Power - 6:07









J. Abengoza

jueves, 5 de febrero de 2015

pensamientos sonoros I

Me permito el lujo de estrenar una nueva sección para dar un poco de color a este espacio. Se trata de lo que en su día titulé "Una semana, Un discazo", que no es otra cosa que un pequeño seguimiento de los discos que van llegando a mis audífonos. Queda así pues imaginariamente cortada la protocolaria cinta por el señor Reuben Wilson, organista de culto, líder del movimiento groovy de los 60’s en la costa Oeste, y con temazos de esos que encienden el pelo por el electrizante trepitar de sus teclas. El primer álbum a descubrir se trata de Blue Mode, grabado en el año 1960 bajo el sello Blue Note. La portada refleja el espíritu negroide de lo que encontramos en su interior, materializado en la pintura de un bonito rostro de mujer. El Tracklist comienza con una divertida Bamboo, muy apropiada para los tiempos que corren y lo cierra el tema que da título al disco, lo que hay entre ambos, yo no me canso de escucharlo:

  

1.       Bambú – 8:03
2.       Knock Knock on Wood – 6:09
3.       Bus Ride -6:09
4.       Orange Peel – 6:36
5.       Twenty five Miles – 7:11
6.       Blue Mode – 7:26



En el reparto de tan maravillosa obra, tenemos a Reuben Wilson a las teclas, Tommy Derrick con las baquetas, Melvin Sparks a las 6 cuerdas y Jhon Manning al saxo Tenor




J. Abengoza

viernes, 23 de enero de 2015

Café color Café




Con un ambiente húmedo de 5 de la mañana nos recibe Santa Fe de Bogotá, capital de la república de Colombia. Con 6 millones de habitantes el caos no descansa, ni de día ni de noche. 

Durante casi dos meses que duró mi estancia en la ciudad, mi hogar fue la casa de viajeros “Casa Locombia”, donde Martín, un argentino con frenillo en la lengua, nos despertaba todas las mañanas al grito de: “Buenos días Drogotá!”. Con su energía era imposible no ponerse en marcha y al toque teníamos listo el chocolate y unos pancitos de la panadería de la esquina, famosa no tanto por su género como por la simpatía de su dueña. Después de un pucho ya estábamos listos para salir a la jungla. 

Por aquellas, tenía un trabajo de "chico para todo" en el Hostal Musicology (a pesar del nombre, había de todo menos música), y lo mismo había que arreglar un grifo que hacer guardia nocturna en la portería, donde podía llegar desde un australiano disfrazado de Indiana Jones hasta una excursión de teenegers en pleno éxtasis de hormonas alineadas con Jet Lagg. Las noches eran de lo más divertido. Los turistas que transitaban por el lugar se tomaban la ciudad como un paraíso con vicios muy baratos, generalmente.


La gente opina de Bogotá que es una ciudad impersonal, una gran urbe de gente fría e individualista. Mi visión fue que, bajo ese sol sin brillo, a los rolos se le llena de moho la empatía, pero cuando sobrepasas la primera capa sale el carácter amable y cordial que caracteriza a este maravilloso país. La muestra de esto lo encontraba casi cada tarde en la plaza del Chorro de Quevedo, donde cada cual sacaba sus locuras al sereno y nunca faltaba un parche con el que conversar o tocarse una de Silvio. Mis movimientos se limitaban casi en exclusiva al barrio de la Candelaria y, aunque cruzar los límites me provocaba un cierto espesor en la saliva, he de reconocer que cada salida del barrio era una aventura nueva. Un día festivo de nosequé, salí a vender unos chocolates para hacer unos pesitos y, después de toda la tarde dando vueltas, me encontré con más de la mitad de la mercancía en la puerta de una especie de filmoteca donde había cola para entrar, pregunté y, aunque el aforo estaba completo, unos cuantos rezagados endulzamos la historia de una niña en la posguerra en Bosnia con chocolate.


Una cosa curiosa del barrio de La Candelaria es que encuentras una serie de personajillos colgados de los balcones y tejados que, según me contaron, es un homenaje a los loquitos ilustres del lugar. Hablando de locos, Una mañana conocí a Jose, un rolo que había vuelto a casa de un largo viaje y tenía un restaurante de comida “exótica” en La Candelaria. El man Quería sacar menús baratos para dar almuerzo a los universitarios y yo le hablé de mi Erasmus en Italia. En la primera reunión de negocios, el tipo me invitó a fumar en bong, me preguntó si había visto la última de Torrente y se tronchó de risa; los dos encuentros siguientes fueron un calco del primero. Al rato caía en cuenta y decía: “esto ya te lo había preguntado, ¿no?”. El negocio no nos funcionó muy bien, pero nos hinchamos a comer spaguetti bolognesa. 

Y después de un tiempo maravilloso, tocaban despedidas de andén para continuar viaje dejando algún que otro pedacito de mí en esta ciudad insufrible, pero insustituible. Ahora, siempre es un gusto volver a darse una vuelta por allí.

J. Abengoza



     





martes, 26 de agosto de 2014

3 en la carretera



 Este verano, y van ya unos cuantos, estoy teniendo la oportunidad de pasármelo viajando como un loco. Desde pequeño, mientras viajaba en el asiento del copiloto, siempre me había llamado la atención el comandar yo mismo la máquina, mi propia máquina. Pues bien, ya me saqué la espinita de la novedad y a veces se convierte en un oficio tedioso, al que hay que mirarle el lado bueno, como a todo en la vida.



  Sacándole lecturas positivas a un trabajo en el que, autovías rectilíneas sobre desiertos amarillos pueden hacer que el tiempo se paralice, tienes ciertos privilegios con respecto al resto de los mortales: te pones muy moreno (aunque sea sólo de un brazo), tienes una visión panorámica del mundo, puedes mirar por encima del hombro a los que llevan un cochazo… son muchas ventajas pero, como todo, también tiene algún pequeño inconveniente como la monotonía o el sueño. Para combatir estas pequeñeces lo que a mi me funciona es mascar chicle, echarme agua de colonia en la nuca y, sobre todo, dosis musicales en vena. Para esto último, por supuesto, cada momento tiene su banda sonora. Aquí comparto unos cuantos momentos, que, entre fragancias de pino y olor a frenos, ambientan lo que ocurre en la cabina:

  Cuando te pican los ojos porque tienes que empezar a currar y aún no han abierto ni las calles…


  Una buena mañana, puedes  caminar en lugar de rodar…


  Si el problema es que vas a Francia y no te gusta la tortilla francesa, es cuestión de imaginación convertirla en tortilla “de la casa”…


  Además se descubre que el volante puede usarse como instrumento de percusión si no tienes pa’un timbal…


  No podrían faltar los clásicos que nunca mueren…


  Y, por supuesto, el ansiado momento de subir los pies encima del volante, abrirte una cervecita fría y despedirte hasta mañana…


  Mención especial merece la programación de Radio 3, esa gran radio pública del estado español, que resulta el compañero inseparable de cabina y alegradora de momentos.

J. Abengoza

sábado, 16 de marzo de 2013

Callejeando

Ayer iba andando por la calle, justo adelantando a una madre con sus dos hijos y el chiquillo, como de unos 9 años, hizo un comentario recriminándole algo su madre que me hizo volverme a mirarlo....

"Ya tengo el ordenador y el móvil con Wassap, sólo me falta la tablet para ser mayor"

...

J. Abengoza

http://www.youtube.com/watch?v=4pptSuQHEhs

jueves, 20 de septiembre de 2012

Errausketarik ez!






 En el día a día de un camionero no todo es mantener la maquinita entre las dos rallas sin salirte. El otro día fue uno de esos días cualquiera en los que puedes sacarle tajada a una apretura. Resultó que caí a dormir en el pueblecito vasco-navarro de Olazagutía (desde que oí el nombre me moló jeje) y tenía que descargar la leche a primera hora de la mañana. Por pura estratégia me convenía estar parado hasta las 3 de la tarde, así que tenía dos opciones viendo que el cielo no estaba para muchos cantes: o ponía las cortinillas y si te he visto no me acuerdo, o me pegaba un paseo a ver que me encontraba de bueno por el lugar.


Olazti/Olazagutía es uno de los últimos pueblos de Navarra según vas desde Pamplona a vitoria. El pueblo está en el Valle de Sakana, a los pies del parque natural de Urbasa-Andia. Aunque hay bastantes huertecillas pequeñas el pueblo debe vivir de la industria y la minería, a juzgar por una planta de Cementos Portland que está bastante cerca de allí y que, por cierto, tiene bastante “mordido” el monte. 

Mi paseo llegó hasta las puertas de Urbasa por un senderito que hacía en 3 Km lo que la carretera en 15, es decir que me eché unos sudores finos. Una vaca solitaria y la lluviecilla de esa que en La Mancha en tiempos de viña llamamos “Calabobos” no me daban mucha confianza para entrar al parque, así que me bajé al pueblo a buscar un sitio donde comer con cuchara. Unas pintadas de “no a la incineración”  por todo el pueblo (bastante pacífico y agradable, por cierto) me comió el gusanillo, así que pregunté a la panadera del pueblo y me puso un poco en situación.

Al parecer el tema de la incineradora para quema de residuos es una iniciativa de Portland, que se ve que está en horas bajas, y, según el gobierno de Navarra, “permitirá mejorar la competitividad de la planta navarra frente a otros del grupo, mantener el empleo y reforzar su compromiso medioambiental”. La situación a escasos metros del pueblo no les haría precisamente agradable el ambiente a los lugareños.


J. Abengoza